top of page

Poemas inéditos- Federico Torres

Federico Torres





De Avenida y jardín (inédito)



Exploración

para Agus


Qué lindo es dijiste explorar la voz de uno. Yo

te imaginé por tu garganta como quien recorre,

por primera vez y a los saltitos, la casa de sus abuelos

y sin querer sacude de luz y aire las piezas polvorientas.


Es un flash. Hiciste una pausa y, para que la luz no escape

por otra parte, volviste a cantar con los ojos cerrados.




Sin mis manos


Encontré un nido de chochï en una maceta. Pasaron

los días y los tordos cambiaron los huevos.

Tuve ganas de tirarlos a la mierda, no dejar que la vida

siga su curso y cuando los agarré, me dieron lástima.


Ya fue tarde: el chochï olió mi mano por el nido, se fue

y no volvió. Dejé pudrirse los huevitos azulados

para entender que el mundo, a veces, está mejor

sin mis manos.




Agua


Nadie antes dijo "río" así,

de tu mano, pequeña.


Nadie

antes

miró esta orilla desde el agua

con tus ojos.


Lo que se nombra

se detiene en la memoria para ser

materia de olvido.


Digo "río" de tu mano

y tampoco yo podré repetir este momento:

el golpeteo del motor de dos tiempos,

la casa inundada,

el río en las habitaciones.


"Río"

de tu mano, mi pequeña.

Un espejo es el río que tocamos.

Un espejo lo que escribo.

Un espejo de todo nuestro amor.

Un espejo de todo el terror y el misterio.


Hay una estela entre lo bello y la muerte

que tiene tu nombre, pequeña.



Una carta para Eugenia

en los lindes de tu casa el tiempo

sueña con manzanas frescas.


El Tiempo es un caballo gris

que tiene las pezuñas largas y está

chúcaro del mundo.


Acá, en la esquina de los accidentes

la vida sigue y eso, como sabemos, tiene sus riesgos:

casi se vuela dos dedos mi primo, el guitarrista,

y ya no toca como antes.


¿y allá? ¿se ha helado ya

la menta del arroyo? ¿has tentado al temporal

con los vidrios de tu casa? El Chamullo ¿sigue

con sus clases de francés caniche?


hace poco me contaron de una escritura ancestral,

un alfabeto nómade. Huesos, piedras, madera sagrada,

dientes de jaguar sobre una hoja de tierra.


sortilegios derramados en los senderos del monte

canciones que los psicópatas no pueden cruzar.


Yo, lo de siempre: ando queriendo cantar

y no me sale. Entonces deshueso la tierra,

vuelvo a mi piel montaraz, endurezco mis uñas

como un jaguar

sobre un árbol con destino de guitarra.

Escarbo más allá de mí

y me derramo.

voy juntando cosas hasta la próxima

para llevarte una canción en un morral

para que hablemos de la luz y de la sombra

para mirar el Tiempo corretear

de lejos y sonreír.


Te dejo. Espero saber de vos, Eugenia. La vida sigue

y eso, sabemos ya, tiene sus peligros.




De cormorán, Eileen Moore. Traducción: Federico Torres (inédito)



canción de las mujeres costeras



un cormorán

anuncia la llegada

de los barcos pesqueros

o la muerte


desde la costa podemos ver

el mar se lame con la tormenta


cormorán

cormorán

cormorán

tres veces

por mi ventana

cruzaste hacia el puerto

¿qué viste?

¿un barco pesquero

o el cuerpo

de un ahogado?


mi esposo

está allá afuera


si es su cuerpo

cormorán

dejame

sus ojos

y sus manos

sus ojos y sus manos


el mar se lame con la tormenta

la vida de un hombre

se ha perdido en el agua

yo sólo pido sus ojos

y sus manos

si acaso es mucho

pedir su pecho vivo


cormorán

cruzaste

tres veces hacia el mar

por la ventana

que da al puerto


los barcos se acercan

con un hombre

menos

y a este frío

solo lo quitarán sus manos.



balada del pescador de arenques



soñé con soles y aventuras

con el áfrica lejana

con ensartar el mundo en la punta de mi arpón


tengo este barco

estas redes

y estos hombres a mi cargo


a veces

reniego de mi signo

pero:

¿en quién confiar si no en las estrellas?


la tormenta es una diosa

que muerde las costillas del agua

vi sus ojos

y eran negros como cuervos


no desdeño la tierra

de allí vienen el alcohol

y el trigo

y las bocas y los besos


pero cuando el arenque vuelve a llamar

el pecho vuela a proa

con el filo de antaño


el mismo viento salado

en las mejillas del hombre


un viejo capitán dijo sonriendo:


nunca le quites un ojo a las olas

el mar no hace amigos


es tarde

los hombres tienen apetito


ya sólo queda

recoger las redes para ver

qué hay en lo profundo



medea


de niña

escribí un poema que nunca mostré


lo enterré en la caja de los dolores

en las raíces

del viejo aliso rojo


recuerdo:

una mujer con todas las tormentas

naciéndole del pecho


el mar temblaba al mirarla


de niña escribí un poema

una caja de metal

para esconder el dolor en las raíces de un árbol


la mujer de los relámpagos

tiene los labios como la estela de los tiburones

la mujer de los relámpagos solo atiende a su apetito


debajo de un aliso rojo

enterré un pedazo de mi nombre

que no conoce límites



ronda de las lobas



jugué a ser loba en el bosque

alimenté

cachorros de palo en el vientre de un nogal


hice nido en lo salvaje


mis dientes fueron herramientas del destino

con mis uñas supe

cómo defender mis crías y mi carne


las ardillas aprendieron

a temerme

afilé el oído:

supe distinguir el tacto de cada animal

sobre la piel del bosque


la muerte es un cuento para niños

las lobas saben que la nieve sólo se derrite con sangre


no tuve miedo

nadie aguantó

el chasquido de mi lengua


en el vientre de ese nogal

comí

de mi propia hambre y me hice loba

a fuerza de frío y rigor


debajo de esta piel

no hay un cordero



una mujer en una pintura japonesa



lavo mi cuerpo

con flores de cerezo


¿has visto el viento degradar los acantilados?

la piedra dura

cede al aire marítimo


tengo la piel suave y firme

quién sabe

hasta cuándo:

el tiempo es como el agua salada


por eso lavo mi cuerpo

con las flores que han caído en el patio

porque la belleza es también

letal


guardaré este tesoro

todo el tiempo que pueda:


los botones pálidos y delicados

danzan

en el agua al tiempo que se marchitan



degradación


el tiempo se alimenta de lo que toca

ni dios escapa

a su propia trampa


mirá:


hay un nido de termitas

en su sagrado corazón



las mujeres y los pájaros



Rosemary saltó desde el acantilado

la mañana del viernes santo


su esposo aún busca su cuerpo

en el cuerpo del aceáno


triste y monótono

mira con envidia el agua

¿qué supo el mar que no yo?

¿acaso

tan poco valen

un hombre y dos hijos?

arroja las redes entre las piedras

y las olas las escupen


¿acaso tan poco

vale mi nombre?

recoge las redes y el mar

guarda su secreto


la mañana del viernes santo la vimos caer

todos la vimos caer

pero nadie encontró su cuerpo


ella bordaba alas en los manteles

y pájaros

en las sábanas

me sonrió una tarde

y yo canté en el bar frente a su casa

toda la noche


Rosemary saltó la mañana

del viernes santo

y nadie encontró su cuerpo


ojalá

ya nadie lo encuentre.


___


Federico Torres Nació en Berisso, Pcia de Bs as. Vive alternativamente entre Alberdi (Py) y Formosa, Argentina. Se ha desempeñado como editor en Ñasaindy Cartonera, Canto Rodado y, actualmente, Madreagua (junto a Marina Coronel). Compiló Así nomá'é, antología de literatura joven formoseña (2015). Editó Cavernario(cuentos, Ñasaindy 2014) y Cacerías (poemas, Goles Rosas 2019).




Entradas recientes

Ver todo

Comments


Suscribite para recibir nuestros últimos posteos

Hacé click para seguirnos en nuestras redes sociales

¡Gracias por suscribirte!

  • Instagram - Círculo Blanco
bottom of page