
“El arte no reproduce lo visible. Lo hace visible"
Jean-Luc Godard
Pequeñas historias, o fotografías en movimiento al borde de la dislocación. Algo está por pasar, pero parece que no; está ahí, a un paso de algo inminente: la reacción ante la súbita luz automática de un baño público en el que alguien entra, el shock de un paisaje arbolado que invade la mirada, o la espera de un frase mortífera y arrolladora después de fumar un cigarrillo en compañía de la madre. Está ahí, algo va a suceder, pero no: o no pasa nada; o, por el contrario, ya sucedió.
Pequeñas historias que se van enhebrando alrededor de un clima, por momentos nublado, por momentos luminoso. Los poemas de Vinicius Fonseca vienen de la brisa de un viento misterioso, indudablemente azul y alegre en el que algo se revela sin contundencia, pero con absoluta claridad. Son poemas oraculares: no dan explicaciones. Explicar es desplegar, y el oráculo es algo plegado que produce un efecto en el que escucha. Como diría Eliot, estos poemas son de esos que van para un lugar más allá del intelecto, que llegan a las profundidades del cuerpo y a sus secretos ámbitos físicos. Poemas que quedan resonando como una música que reconocemos de otro tiempo, de otro lugar, y si bien no sabemos muy bien cuándo fue que la escuchamos, o si incluso la escuchamos alguna vez, también sabemos que nos dice algo sobre nuestras propias vidas que, hasta entonces, parecía invisible.
Selección de poemas
Error
Llora en el baño público de un pueblo
que abandonó en su juventud.
A veces, el retorno no se trata de una visita
o una búsqueda, y sólo consiste
en una sencilla aparición:
una voz que se construye en el fondo
como el susurro de todo lo que hay.
Se sirve más papel y se seca las lágrimas
sin sonarse la nariz
no debí haber tomado tanto, menos junto a…
Escucha en el pasillo el clic suave
de la luz automática.
Se incorpora para cruzarse
por delante y detrás los años estúpidos
del regreso voluntario.
Parte de una cabaña
La ventana se abre en silencio
dándole a la hoja
derecho sobre el bosque.
El bosque enorme.
Detrás tuyo hay una persona que te ama.
Habla.
Antes de que calle, el paisaje se tuerce.
Las ramas que lo ocupan
hacen de tus párpados una enredadera.
Tu mirada deja entrar, junto a la voz,
posibles pájaros y zorros.
Su quieta figura, amándote, enmudece
como un bioma que se congela.
Mamá está en casa, abre la puerta
y fuma en una prolongación de su aliento.
Tiene cincuentaiún años, serán treinta y cinco
de esta intermitencia: posa entre los labios
una colilla. La acción no es perfecta:
deja impregnado humo en los muebles y las cortinas
-todo deviene incendio parcial.
A veces, yo fumo a su lado.
Aprovecho una distracción general
para acompañarla: no quiero
que se entienda, pero la imito.
Nuestra mirada se desvía hacia la calle
fuera del living, la cocina
lejos del núcleo del hogar.
Detrás, el olor a tabaco
y algunos comentarios de gente que nos ama.
Somos muy buenos sosteniendo
errores a través del espacio.
Una vez por día
No quería música.
Quería volverse el orbe oscuro
que se le hace en la vista
al apretarse un ojo:
una presencia sin daño
que se va sin daño.
Lobo
La atención del lobo debe ser
cristalina como una porción de agua.
Su fracción de espacio no está provista
de intenciones o sospechas: desde sus uñas
atravesando ramas y hojas secas,
el todo de su paso se compone
de visión y dientes. Su aullido a la luna
es solo otra frecuencia que el oído
gasta en la costumbre.
Y está ahí.
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Vinicius Fonseca: Me llamo Vinicius Fonseca. Tengo 25 y vivo en Buenos Aires. En los últimos años me dediqué a distintas cosas. Me gusta escribir poesía, mirar películas, pasar tiempo con la gente que amo. Me encantan los lugares vegetados y con proporciones de agua incalculables. Y tengo una banda: Rey Bichito.
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