Un intento de unión
Mientras leo los poemas que me mandó Sebastián no puedo dejar de ver escenas de fragmentación, o de ruptura, escenas de separación. Escribo los ejemplos que subrayé, uno de cada poema: “nos disponía uno junto al otro/ en un intento de unión”; “quién se quedó con la porción de fe/ que me sería dada”; “si te animaras nene/ a trenzar tu pelo con el mío”; “eso no es maleza”. De tener todo el libro, creo que seguiría armando mi pequeño índice de desencuentros, solo para conmoverme por la contradicción (¿o paradoja?) que se produce entre el título del libro y los poemas: arquitectura de los afectos. La pregunta que tengo es: ¿qué tipo de arquitectura contempla las roturas, las separaciones, eso que no funciona y que suele ser dejado de lado? Supongo que una arquitectura de las pasiones, algo así como una ciencia imperfecta. O, por el contrario, una ciencia tan perfecta que es incluso capaz de incluir el derrumbe, lo impreciso, el lugar errado.
Arquitectura de los afectos: Spinoza podría haber llamado así a uno de sus tratados. Sin ir más lejos, ni bien terminé de leer esta selección de poemas, pensé en este fragmento: “La experiencia me enseñó que cuanto ocurre frecuentemente en la vida ordinaria es vano y fútil; veía que todo lo que para mí era causa u objeto de temor no contenía en sí nada bueno ni malo, fuera del efecto que excitaba en mi alma: resolví finalmente investigar si no habría algo que fuera un bien verdadero, posible de alcanzar y el único capaz de afectar el alma una vez rechazadas todas las demás cosas; un bien cuyo descubrimiento y posesión tuvieran por resultado una eternidad de goce continuo y soberano”. Ese es el párrafo con el que Spinoza abre su Tratado de la reforma del entendimiento. Puede ser una asociación un poco extraña, porque no sé cuánto en común puede haber entre un filósofo del siglo XVII que vivió mesuradamente arreglando relojes y un joven poeta como Sebastián, que desborda una vitalidad y una alegría potentísima. Tal vez lo que tienen en común es esa meta de buscar ese goce continuo y soberano, cosa que parecería bastante difícil, o incluso inalcanzable. Pero es raro, porque parece que Sebastián lo encuentra, y no me sorprende. Sé que los poetas son así: con algo que parece poco, apenas unas palabras, develan una clave que antes era secreta, y así resuelven lo que tal vez llevó años de investigación, o dicen lo que nadie dijo hasta ese momento. Sebastián es un poeta que sabe detenerse para decir qué es maleza y qué es flor, y también sabe por qué a veces el mundo se empeña tanto en destruir las flores para glorificar esa otra cosa que de belleza no tiene nada. Ver las flores, quedarse con eso, no es mirar para el otro lado. Todo lo contrario: es animarse a otra cosa.
Selección de poemas
mientras el domingo
alcanzaba el desayuno
madre dejaba al remojo
mi ropita
y tu camisa
tu pantalón de grafa Ombú
con brazos de gigante
fregaba
contra sus muslos contra la piedra
y agua mojaba a ella
la perra
las baldosas que hervían de sol
después colgaba en la soga
lo tuyo lo mío
nos disponía uno junto al otro
en un intento de unión
y yo miraba sobre el pasto
las sombras descuartizadas
jugaba a probar talles
en los que no cabíamos
bajo el goteo
ponía tus borcegos punta de acero
para vestir a un hombre
que no quería ser
antes de la hora del gallo
dije la renuncia
furia peste de los días
asenté la virgencita
alumbrada por siete velas
siete rezos encima
de la mesa la pena
hecha quiste
le hablé con esperanza del recién ungido
su voz de huérfano
quién se quedó con la porción de fe
que me sería dada
no fue demasiado
romper las clavículas
para que se acomode el hombro
al madero
no me abracé a nadie
porque nadie vino hasta mí
y yo no pude buscarlos
mientras el derrumbe
el piojo el hambre
hacían estragos en mi cuerpo
hablá madrecita de los cardos
es terrible el peso de un grito
el horror el corazón entre las manos
como un gorrión lastimado
por la pedrea
conozco cómo sacar
el aguijón
que traemos clavado en la nuca
pero un bicho arisco y sin azote
como vos
diría que no
si te animaras nene
a trenzar tu pelo con el mío
a buscar un rincón donde colgar las pieles
de un varón
con miedo de amar a otro
si te animaras
a probar una saliva diferente
yo te convido la mía
eso no es maleza
es cardo
está en flor
es vos es yo
somos
lo que todos quieren
arrancar de cuajo
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Sebastián Sosa Ojeda nació en la ciudad de San Luis, en abril de 1994. Vivió allí hasta su adolescencia, luego se trasladó a Río Cuarto, Córdoba, donde reside actualmente. Es docente de Lengua y Literatura en diferentes instituciones públicas, dicta talleres y milita en el Colectivo Cultural Glauce Baldovin.
Algunos de sus poemas han sido publicados en plaquetas y antologías. En el 2022 recibió la mención del Premio Nacional de Poesía Storni (CCK) por Arquitectura de los afectos, editado en septiembre por Patronus.
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